jueves, 12 de julio de 2012





El truco esta en creer. Eliges una carta y desaparece. Es físicamente posible. Desaparece y se esconde en algun lugar. Y mientras tanto, mientras llega el momento, tres segundos aparecen. Tras la ventana hace sol, aquí hace solamente, un par de horas que te fuiste. Y por eso espero frente al espejo, porque los trucos no duran tanto y en alguna parte habrás de aparecer.




 Lo primero que deben hacer es abrir los ojos.  Espero, si están leyendo estas palabras, que estes dispuestos a entregarte, a perder por fin el miedo: ese gesto incoherente que nos ofrece un subconsciente que no existe, algo que todo el mundo cree inherente en sí mismo. Entender bien esto que les remito, relean, pregunten, es muy importante. Lean, ya que están aquí, con todo su ser, no solamente aceptando mis palabras, sino comprendiéndolas de hecho, en su más amplio sentido. Y si tanto me detengo en esto no es por vicio, es porque quiero que lean con la misma atención con la que deben mirar a su alrededor una vez hayan finalizado con esto, una vez hayan llegado por ustedes mismos, por los caminos que se van tendiendo en su mente, a la aceptación de que tener miedo carece de sentido. Y esto no lo digo porque sí. Lo explico: tener miedo requiere de temporalidad. Uno no tiene miedo del ahora, tiene miedo del pasado o del futuro. Esto es algo científico, me refiero, uno tiene miedo de volver a sentir dolor, de perder mañana su trabajo, de no volver a ver a alguien, etc. Entonces, por el hecho de requerir temporalidad requiere también de pensamiento y, como ya sabemos, el pensamiento es un potenciador de las ideas. Es fácil de comprobar, 

¿no tienen la sensación ahora de que un amor pasado, un viaje de verano, la infancia misma, ha sido algo maravilloso? 


¿Mucho mejor ahora que durante el hecho, verdad?

 ¿Y no es también verdad que muchas veces piensan: bueno, esto no es tan malo como yo pensaba?


 Pues eso es a lo que me refiero. Entonces, si el miedo requiere del pensamiento y el pensamiento es un mentiroso, 


¿por qué nos dejamos amedrentar por él?


 ¿Por qué si no es real?




 Ningún adulto tiene miedo del monstruo del armario. Espero que me entiendan. Espero que me estén leyendo con los ojos bien abiertos, como si esto no fuera un blog, ni yo fuese yo, ni usted fuese quien es. Lo que quiero decir es que para no volver a tener miedo, lo primero es entender que el miedo carece de sentido (nunca intenten evitarlo, nunca cierren los ojos y cuenten hasta diez, nunca) y lo segundo y lo más importante es comenzar a mirar las cosas como si fuese la primera vez. Yo no soy yo. Usted no es usted. Digo: ver la luna como si nunca nadie hubiera visto la luna. El mar, una puesta de sol, saborear un helado de chocolate como si el chocolate no hubiera estado nunca en nuestra boca. Les juro, ese es el secreto. El secreto. La felicidad. Todo esto lo tienen ustedes en su mente al final de esos caminos que el tiempo les ha ido empedrando por dentro. Miren a su novia, novio o madre o padre o amigo como si nunca antes los hayan visto, sin proyectar esa imagen que tienen de ellos, esa falsedad que tanto nos afecta. Escuchen, despierten, y olviden el pasado. Y olvidarlo, dejar completamente de lado el pasado, es morir, por eso desde aquí les animo: mueran constantemente y miren de nuevo el árbol como árbol que es en sí mismo. Miren de la misma forma a la muerte. Miren hacia delante, hacia el futuro porque, aunque no lo crean, es la única forma que hay de ver el pasado.




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