domingo, 9 de junio de 2013

Triscaidecafobia. O miedo al trece.






Lo primero y lo más importante: Perdón. Por tener esto tan abandonado, no es por falta de tiempo, ni falta de inspiración, porque es cierto que tengo muchas cosas nuevas que subir. Lo sé. No tengo excusas. Perdonar y gracias por leerme. Hoy os dejo algo nuevo, nos vamos leyendo.

Saludos,

Ahí va:


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¿Alguna vez habéis nadado en pozos sin fondo? ¿Habéis tropezado con piedras caminando sobre la acera? ¿No? Pues ya me diréis entonces qué habéis vivido, y cómo. Y dónde, y con quién; quién os ha dicho que eso que dejáis pasar es vida, y dónde es que está ese sitio en el que tenéis escondidas vuestras ganas de no ser uno más de los tantos que caminan con la cabeza gacha; buscando entre las juntas manecillas de un reloj que dejó de hacer tic-tac el día que su dueño decidió no luchar contra el destino.



Yo también conocí a personas que intentaron enseñarme el lado fácil de las cosas, pero lo que no sabían ellos es que nunca fue lo mismo 'fácil' y 'sencillo'; jamás

Lo fácil es todo aquello que se asimila tal cual; sin vueltas ni rodeos. Son heridas que te dejas hacer por cobardía, son trenes que no coges por pereza y, por consecuencia, es ser un completo gilipollas.

Por otra parte, lo sencillo lo es porque nosotros queremos que lo sea; los problemas son sencillos si los llevamos al desguace y los convertimos en sucias y simples piezas que, o encajan o no encajan, ayudándonos así a saber de manera rápida si la solución que construimos será válida. O no.

Lo sencillo nos empuja a avanzar, nos quita el miedo y nos deja ver las cosas más nítidas, mejor enfocadas; nos permite ampliar perspectivas, y vivir con más grados de apertura a pesar de que la luz solo incida en lo evidente.

Una vez que aprendí esa diferencia también aprendí a ver con el alma, a tocar con la mirada y, en definitiva, a morder el cielo sin miedo a las alturas.


Aprendí a no temerle a la Luna, ni a sus ciclos viciosos. Aprendí a disfrutar de todas esas semanas de cada una de las estaciones del año; aprendí a ser calor en Invierno y a tener las manos siempre frías en Verano. A combinar el naranja del Otoño con cualquiera de mis sonrisas y, sobre todo, aprendí a disfrutar de las flores en Primavera; a pesar de que, muy a menudo, me topaba con cualquier espina.

Aprendí y me reí de los mayas y su baktun, aprendí y lloré al darme cuenta de que mi peor suerte me dejaba caer en tus brazos. Reí y lloré, y no siempre en ese orden; secándome las lágrimas con los pañuelos.

Me contradije, y de repente todo fue sencillo.

Lo fue porque sabía perfectamente cuál era la pieza que le faltaba al puzzle que había sobre mi mesita de noche. Lo fue, porque apunté sobre el gotelé cada solución no válida y dejé encima del escritorio esa bombilla que alumbraba mi rostro cada vez que te miré y tú no estabas. Para que así no se fundiese nunca.

Lo fue, porque guardé mis fobias bajo llave dentro de esos famosos hoyuelos míos.

Lo fue, porque después de cada pozo sin fondo y cada piedra, me sentaba y comprendía que no había más bella melodía que la del peso de mi cuerpo sobre los fríos muelles de tu cama vacía.

Simplemente, lo fue.
Fue mi vacío.

Fui yo.
Fue sencillo.





sábado, 20 de abril de 2013

Y es que hay días que me siento tan pequeño que mi corazón me sabe a rascacielos. Y llego tarde, llego tarde al piso más alto rozando el último escalón cuando todos se van, y vuelvo con ellos, pero con menos recuerdos..

Así es como las cosas giran a catorce mil revoluciones por minuto a causa del vértigo, mientras yo caigo con la esperanza de topar con alguna rama que frene mi caída; pero nada, parece que alguien ató las piedras del camino a mis tobillos mientras dormía,y así estamos, así estoy; sin tropezar y, a su vez, sin dejar de caer, sintiéndome como ese cortado; rodeado por unas manos ajenas y llevado hacia una boca para ser sorbido sin oponerme, ¿Para qué? .Sonreír, me gusta sonreír cuando me hago café y me transporta a noviembres.

Y sí, menciono todo esto porque vale la pena, porque siempre llega esa mañana en la que, al abrir los ojos frente al espejo, te percatas de que tu nariz quedó a dos milimetros del asfalto, sin rozarlo, pero tan cerca que el olor a ciudad mojada cala hasta tus costillas para llenarte el pecho de ese orgullo personal, de ese ego que palpita al percatarse de que, a pesar de sus espinas, mis pulmones cicatrizan bajo tiritas y me elevan, otra vez, al intento masoquista de volver a trepar por las paredes de ese rascacielos, pero, eso sí, esta vez sin mirar abajo por si el maldito vértigo vuelve a hacer de las suyas y acabemos manchando el traje con la mierda del asfalto mientras intentamos despertar en una cama que no es la nuestra, oliendo una colonia que no es la mía y tumbado en el lado de la cama opuesto al que estoy acostumbrado. Despertarme sin mis manías, sin mi vértigo, sin piedras en los tobillos. Despertar cayendo, pero sabiendo que, al mirarme en ese espejo de mi cuarto de baño, volveré a percatarme de que esos dos milímetros siguen salvándome la vida y haciendo que vuelva a buscarme, una vez más.

domingo, 17 de febrero de 2013

Perdiendo las pocas luces que me quedan...

Hace unos días me pregunté qué sería de mi si viviese en una bombilla.

Sí.

Cómo sería mi vida y yo si mis actos dependiesen de un interruptor, metros de cable y una mano ajena. Un antojo ajeno. Si viviese sólo cuando la luz del Sol no fuese suficiente...

Luego cedí. Abrí las paginas amarillas,busqué al mejor psicólogo de la zona y me morí de risa durante más de media hora al darme cuenta de que, evidentemente, no es que viva en una bombilla; soy una bombilla.

Desde siempre he vivido dependiendo de mi interruptor cardíaco, de la maraña de cables que me unen a mi pasado y de sus manos. 

Desde siempre he sido frágil.

Desde siempre me he encendido para brillar con máximo esplendor cuando el Sol ya deja de hacerme competencia a eso de las siete.

Ser bombilla no es fácil, sobre todo porque siempre llega ese incómodo momento en el que te sustituyen por otra más duradera, más cara, de bajo consumo, de luz más intensa y, en definitiva; por una que no necesita que se preocupen de apagarla. Que no necesita que se preocupen por ella, a secas.

Por eso no me gusta ser una bombilla. Porque yo soy de esos que odian las alturas y prefieren enroscarse en alguna lámpara de mesa; para ayudar a escribir. O quizá dentro de una de esas cargadas arañas, suspendidas a escasos metros de la mesa del comedor; esa que todos observan con atención y de la que hablan, porque no se tienen nada más que decir... 

No sé. Ahora lo pienso y creo que si fuese realmente una bombilla sería demasiado exigente. Tanto que acabaría odiándome a mi mismo—si es que las bombillas pueden odiar— y rompería a llorar chispas cada vez que esa persona prefiriese no escribir ni encenderme esa noche; cada vez que el salón se llene de gente y no hablen de mi luz reflejándose en los cristales de la araña, si no de lo bonito que se veía el pelo de ella bajo el Sol...

Ay, ¡De ninguna manera!


Creo que es mejor que siga siendo frágil, anclado al pasado, a mi corazón y a esas manos. Pero al menos no tendré que odiarme, ni seré caprichoso, ni tendré que competir con el Sol; nunca me gustó como enemigo.






















sábado, 2 de febrero de 2013

''Nosotros hablábamos de perdernos''



...y me busco; me busco en cada armario empotrado de esta fría casa. Y encuentro zapatos viejos que hace mucho que no veía, y fotos rotas que hace mucho que no me probaba y mil camisetas que hace los días que te fuiste que no recordaba. 

Porque a ti si te recuerdo, ¿Sabes? Y te veo, y te pruebo y te vuelvo a recordar mucho, muchísimo. Tanto que hasta me tuerzo el tobillo cada vez que, rebuscando entre lino y algodón, el filo de tu sonrisa polaroid me hace perder el equilibrio. 





domingo, 27 de enero de 2013

Tápate los oídos para escucharme con el corazón; quizá así sí nos entendamos...

Sencillo, . Pero sé que, aunque te dedicaras a negarlo, la sencillez de lo nuestro era lo que más te gustaba; yo te necesitaba y tu me necesitabas a mi. Y más allá de querer o no querer había un algo que ninguno de los dos supo explicar jamás; las ganas de ver algo invisible, el afán por conocer algo que quizá ni exista... 

Nosotros eramos esos que no necesitabamos hablar en los trayectos largos, pues con abrir la ventanilla y hacer sonar ese CD teníamos la comunicación trazada; los'te quiero' eran cifrados por tu mano derecha sobre mi rodilla y esa sonrisa mía, enredada entre tu pelo por el el viento..

Fácil. Como la vida misma. O era fácil porque era vida.. No sé. Pero de cualquier manera, ese momento era lo que, al menos a mi, me hacía sentir tan vivo que casi y por un momento, llegué a pensar que respirar era perder el tiempo estando a tu lado.

...

La canción que sonaba era el Track 14Desconocido, decía que al menos ahora eramos capaces de hablar sin tener que evitar miradas que dijesen más de lo necesario. Decía, que querer matarnos era inútil si no era a besos; no nos servía sufrir, y menos echarnos en cara las palabras que, ninguno de los dos...jamás pudo decir.

Recordaba que quizás yo ya no me fie de tus manos sobre mis rodillas, y que tal vez mis sonrisas te parezcan nada; viento.

Quizá, por mi parte, ahora solo busque dónde estás, y quién soy yo.

Quizá tú, por tu parte, solo busques aclarar todas esas preguntas que nunca te hice, con respuestas que jamás te molestaste en darme.

Quizá.. Nada. 

Decía que, a pesar de esos mil 'Quizás' y sus dos mil 'Tal vez..', siempre puede haber un momento ideal, único,.. En el cual volvamos a no necesitar las palabras, y que será entonces cuándo y dónde tu vuelvas a estar lo suficientemente cerca de mi como para oír que, tu nombre, es lo único que saben susurrar mis ganas..



Dicen que muchas canciones están escritas para vender sentimientos. Y que el amor comercial da asco.

Yo digo que esa prostitución sentimental nos da esa vida que, muchas veces, nos falta. Porque no me niega nadie el hecho de que mendigar amor duele más que pagarlo, y que además las secuelas terminan costando más que financiar nuestras culpa, y sumergir nuestra mente en esa canción que no habla ni de ti ni de ella; simplemente dice en formato mp3, esperando que algún ingénuo convierta esas putas palabras en situaciones que, vivir, sería la mejor inversión.



En ruinas.




sábado, 19 de enero de 2013

La suerte, esa puta que se va con quién la busca...



Te fuiste. Me fui. Au revoir.

Y eso no me iba a afectar, o al menos no iba a dejar que lo hiciese sin oponerme. 

De esta manera, también me alié con las frías duchas mañaneras y los calientes baños nocturnos a la luz de las velas; el agua con sales..., y las duchas frías fingían ser los escalofríos que le debía tu aliento a mi espalda.

Sobrevivía, como ves. Con Vetusta hablándome de lo traicionera que puede llegar a ser la marea, y Pereza enseñandome que: 'me quieres, a veces...'

Me sumí desde el día 1 en la dieta egoísta de no pensar en la felicidad que un día llegué a saborear más que al café, ese que ahora solo está al fondo del cajón esperando que algún día y una vez más, exprima de esa cápsula una sonrisa que no podrá no acabar con el labio inferior entre mis dientes..

En fin. También he de confesar que, como en toda buena dieta; los fines de semana eran para pecar. Cierto. Y aquí tenéis a ese que se tiraba en el sofá los Sábados noche, simulando un vuelo en business class con el móvil en modo avión. Ese, que calentaba sus solitarias y finas manos con una enorme taza de café con leche, contrastando el calor artificial de su corazón con la fría brisa invernal que entraba por el balcón entreabierto; haciendo ondular las cortinas casi a propósito para que esa suerte gris de ojos juguetones distrajese a su dueño de pensar en lo mucho que deseaba cambiar su estúpida sonrisa, por una que cause la sensación de felicidad. Nos prometimos tanto. Hasta París...


Dicen que París es la ciudad del amor, y no sé si lo dirán por aquellos susurros de acordeón que enamoran, o quizás por las luces que parpadean incesantemente en lo alto de esa famosa torre.
No sé si hablarán de sus parques, o simplemente tienen en cuenta ese asento tan... Je ne sais pas. Pero lo que sí que tengo más que claro es que cenicientas como ella no van a París buscando perder su tacón en cualquier escalera. 

Lo único que me queda claro,es, que su único vicio era el café solo, pero ella lo prefería conmigo. 







sábado, 5 de enero de 2013

Mi cometido. A este cúmulo de errores, le llamo 'yo'



Alma, corazón y cerebro se pusieron de acuerdo para dar un giro de 360º. Vendí mi filosofía barata al mejor postor y creé otra de nueva. Aún así soy el mismo chico maduro que tiene ataques de niñato insoportable. Soy ese chico a la que le gusta creer en una divinidad porque en algo hay que creer y tener fe. Adicto al amor platónico y coleccionista de sonrisas. Ese que sale por las noches a ver las estrellas y lo consulta todo con la almohada. Adicto a Internet, a las buenas historias y a el café con leche. Soñador e ilusionista. Adiós al prohibirse mirar al pasado y echar de menos algo que no volverá, si quiero echarlo de menos, lo haré (aprender a convivir con el pasado es la primera lección.) Raro, algo egocéntrico y muy rencoroso. Cambié las palabras por los hechos.

Aún no acepte tu perdida, pero dame tiempo. No quiero a la gente falsa que me rodea y a mis medias sonrisas, si no tengo ganas de sonreír no lo hago y punto. No voy a ser quien quieres ver y tener de amigo o compañero, seré quien quiera ser yo. Paranoico y de esos que dicen que has de soportar la lluvia para ver el arco iris. Acepté que me gusta la soledad de vez en cuando y que las cosas si se tienen que ir se tienen que dejar ir. 

Tengo decidido que se terminó sobrevivir, toca empezar a vivir.