viernes, 20 de abril de 2012

Y allí estaba, con la sonrisa por bandera, bajo aquel amasijo de encuentros y despedidas. Ella le miraba inmóvil, agitando el brazo, riendo cada vez con más ganas. ¿Será eso lo que él echaba de menos? Quién sabe. Nadie sabe qué cosas echamos de menos. ¿Se extraña a una persona? ¿O a una voz? ¿O a sus besos?




Ella moría por volver a verle. Él por bajarse del tren y estrecharla contra el pecho. Moría por verla y por besarla, y aun sabiendo que no probaría esos labios por el momento, que quizás el abrazo inminente sea más lejano de lo habitual, bajó las escaleras aliviado, dejando detrás una línea de lobos que devoraban todas sus preocupaciones. Él estaba allí. Ella estaba allí. Por fin los dos con un país por delante, sin compromisos, sin secretos, sin contemplaciones. Él le contó lo de la línea de lobos y pensó en llamar encuentro a la estación. Ella imagino la línea como una línea de cisnes y decidió llamar al tren la despedida.

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