jueves, 24 de mayo de 2012

Los caracoles ya no son caracoles.













Así te escondes entre las baldosas de una ciudad que duerme, quizás con la medida de otro hombre, quizás con las ideas claras. En este lugar que no es París, esta ciudad que cierra los ojos y es el arrullo de todo el agua que nos llena el cuerpo: tres cuartos dicen en los libros, tres ríos y un naufragio muy cerca de tu cintura. París no es ni siquiera mi habitación, ni mis libros, ni todas las palabras que se levantan como un torbellino.París es tal vez un orgasmo o una isla de piratas, el silencio que sucede a la muerte o el grito que la precede. París es quizá esa muerte, esa que llega en vida, esa que deja secuelas que no se pueden enterrar. Ni se deben. Porque París son tus labios que esperan donde no los puedo ver. Y menos mal, porque si los viera, supongo que me estaría equivocando en todo lo que escribo.




Si es cuestión de confesar...

París...


No hay comentarios:

Publicar un comentario