viernes, 10 de febrero de 2012

Y así termina.

Se me ha deshecho el invierno entre las manos. Hoy, que los cerezos no son solo flores y yo vuelvo a tener tres años y no sé decir ni hacer nada: tengo que hablarme seriamente, tener una conversación conmigo mismo, sin risas, los dos escuchando y contando, yo y yo, psicólogo y psiquiatra, depresivo y loco. Esto no puede seguir así. De ello me di cuenta ayer a la noche, cuando aún no había cota y llovía. (Oh, acaba de empezar a nevar, qué coincidencia) Pero no encuentro tiempo para estar conmigo a solas.

Se me ha deshecho el invierno entre las manos. Hoy, curiosamente hoy que caen trapos como eneros. Como un saquito de nieve que se vuelve, al apretarlo, piedra y agua al mismo tiempo, pues igual. Así se me ha deshecho. De pronto, en mis narices, el invierno (ese que huele a mandarinas, a detergente, a noche temprana y escalofríos) humeando sobre mis manos anestesiadas. No sé cómo ha podido pasar, yo estaba mirando por la ventana, hacía sol, un sol estupendo, helado y naranja, como tamizado por unas gafas de ventisca, y de repente pasó. Pasó que el invierno se redujo a un pequeño dolor en las costillas. Nada, un leve pinchazo vulnerable a las aspirinas. Una caricia excesiva. Un arañazo nocturno y femenino que hizo que enero, de esta forma, dejara de ser enero y de ser invierno. No sé si el otoño, si la primavera según el orden. No lo sé. Quizás verano y el mar vuelva a tener horizonte y el horizonte crema del quince o más por toda la cara. No lo sé, pero invierno seguro que no  porque el sol, cabeza de aguja, bombilla de bajo consumo, se hinchó como un globo de agua se hincha en una fuente desmedida, una de esas que ni siquiera sirven para beber porque tienen tanta presión que uno se moja entero si se atreve a acercar la boca. Pasa igual con muchas mujeres: cuidado al acercar la boca. Cuidado, porque te pueden dejar perdido.

PD: Ya ha parado de nevar


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